Revista Veritas Et Scientia - Perú

Vol. 14. N° 1

Enero – Junio de 2025

ISSN Edición Online: 2617-0639

https://doi.org/10.47796/ves.v14i1.1219

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Saberes de los pescadores artesanales de Casma: una mirada etnográfica[1]

File:ORCID iD.svg - Wikimedia CommonsKnowledge of the Artisanal Fishermen of Casma: An Ethnographic Perspective

Marly Mahly Pastor Seperak[2]

Universidad de Tarapacá

https://orcid.org/0000-0003-2996-7787

 

 

 

Recibido: 01/04/2025

Aceptado: 19/06/2025

Publicado On-line: 30/06/2025

 

Resumen

Este artículo presenta los resultados de una investigación cualitativa con un enfoque etnográfico en base a entrevistas y observación del trabajo de pescadores artesanales en Casma, una pequeña ciudad costera en el norte peruano. Se explora las formas de comprender el mar y los conocimientos situados de los pescadores sobre el entorno marino en relación con la pesca. El estudio revela que los pescadores no solo valoran el mar como un ente vivo, sino que este se presenta con agencia. Sus prácticas pesqueras, estrategias, técnicas y herramientas para el ejercicio de su faena están determinadas por el conocimiento profundo del entorno marino, así como por sus creencias en torno a este ser. De este modo, el presente artículo contribuye a una discusión más amplia sobre la interacción entre los humanos y el entorno natural, situando la pesca artesanal como un espacio de confluencia entre conocimientos, experiencia y una cosmología específica.

Palabras Clave: pesca artesanal, etnografía, agencia no humana, Casma.


 

Abstract

This article presents the results of a qualitative research project with an ethnographic approach based on interviews and observation of the work of artisanal fishers in Casma, a small coastal town in northern Peru. It explores ways of understanding the sea and fishers' situated knowledge of the marine environment in relation to fishing. The study reveals that fishers not only value the sea as a living entity, but also that it is presented as having agency. Their fishing practices, strategies, techniques, and tools for carrying out their work are determined by their deep knowledge of the marine environment, as well as by their beliefs about this being. In this way, this article contributes to a broader discussion on the interaction between humans and the natural environment, positioning artisanal fishing as a space where knowledge, experience, and a specific cosmology converge.

Keywords: artisanal fishing, ethnography, non-human agency, Casma.

INTRODUCCIÓN

En el contexto normativo, la Ley General de la Pesca N°25977 define al pescador artesanal como aquel que emplea técnicas tradicionales y embarcaciones pequeñas, diferenciándolo del pescador industrial. Sin embargo, McGoodwin (2002) cuestiona esta distinción, argumentando que el término "artesanal" es ambiguo y que sería más preciso hablar de pesca a pequeña escala, considerando factores como el capital invertido y los niveles de producción. Más allá de estas distinciones conceptuales lo cierto es que este tipo de pesca es una actividad fundamental en términos económicos para las regiones costeñas peruanas (Agencia Española de Cooperación Internacional, 2003), así como importante en la configuración de identidades y saberes locales.

 A lo largo del litoral peruano, los pescadores artesanales han desarrollado un conjunto de conocimientos empíricos y simbólicos que les permiten interactuar con el mar y sus recursos de manera efectiva. La investigación "Género en la pesca artesanal en el Perú" de Amelia García Carhuayo (2001) ya ha documentado la importancia de estos saberes en comunidades pesqueras de diversas regiones del país, mostrando cómo las prácticas de pesca se articulan con la cosmovisión y estructura social de las comunidades costeras. En este sentido, la presente investigación busca profundizar en los saberes de los pescadores artesanales de Casma (una pequeña provincia costera ubicada en el departamento de Ancash, Perú) desde una perspectiva etnográfica, abordando no solo el conocimiento técnico sobre las especies marinas y las dinámicas del entorno, sino también la manera en que estos pescadores perciben y se relacionan con el mar como un ente vivo y activo en su quehacer cotidiano. Esto, en línea con lo planteado por McGoodwin (2002) para quien la cultura pesquera no se limita a las prácticas extractivas, sino que abarca un conjunto de conocimientos compartidos que incluyen mitos, creencias, valores y estrategias adaptativas que han sido transmitidas intergeneracionalmente. Así, la pesca artesanal en Casma no solo es una actividad económica, sino un entramado de conocimientos, prácticas y significados que articulan una relación particular entre los pescadores y su entorno marino. Lejos de ser una simple explotación de los recursos naturales, la pesca en esta región se erige como una práctica cultural en la que se entrelazan saberes tradicionales, experiencias cotidianas y una cosmovisión que reconoce al mar como un agente activo en la toma de decisiones. De ahí la importancia en explorar este aspecto de la pesca poco abordado en la producción científica para el lado del norte chico.

El estudio partió desde una mirada etnolingüística al concebir que el lenguaje y sus variaciones reflejan la relación de los pescadores con el entorno marino (Casado 1991). En ese marco, términos y expresiones propias de los pescadores de Casma revelan un conocimiento situado y una cosmovisión particular del mar, donde las innovaciones léxicas son producto de una opción cultural (Díaz, 2004).Con este marco, se realizó un trabajo de campo con pescadores artesanales locales de dos playas en Casma empleando entrevistas, conversaciones y observaciones en contextos de pesca lo cual permitió identificar dos dimensiones clave en su relación con el mar: por un lado, la forma en que este es percibido como un ente con voluntad propia, y por otro, el conocimiento técnico y empírico que permite a los pescadores tomar decisiones sobre sus prácticas. En este sentido, el estudio aborda la manera en que los pescadores interpretan el comportamiento del mar, el viento, las corrientes y las especies marinas, destacando cómo estos factores influyen en la organización de su actividad cotidiana.

Este estudio también incorpora la idea del mar como un signo no pasivo, sino activo, que condiciona y moldea las prácticas pesqueras. A través de un análisis detallado de sus discursos y prácticas, se explora cómo el mar no solo es un recurso, sino un interlocutor que define el quehacer de los pescadores. Así, el presente artículo contribuye a una discusión más amplia sobre la interacción entre los humanos y el entorno natural, situando la pesca artesanal como un espacio de confluencia entre conocimientos, experiencia y una cosmología específica.

METODOLOGÍA

El estudio se enmarca dentro una investigación cualitativa. Siguió un enfoque etnográfico que permitió comprender la interrelación entre las prácticas pesquera y la cosmovisión de los pescadores de Casma. La población estuvo conformada por pescadores artesanales de Puerto Casma y playa Tortugas con trayectoria diversa (entre 7 y 40 años de experiencia como pescadores). Se realizaron en total 13 entrevistas, las cuales fueron hechas durante las visitas al campo en tres periodos: septiembre del 2008, julio de 2011 y febrero de 2012.

Para la selección de los pescadores, se optó por una muestra oportunista. En ese sentido, familiares y conocidos forman parte de la muestra. También hubo contacto sin mediación con algunos pescadores, y otros fueron incorporándose al trabajo mediante la técnica de bola de nieve. Las técnicas de recopilación de información incluyeron: a) observación participante, acompañando en faenas de pesca para registrar la interacción entre pescadores y la utilización del léxico pesquero —que era el tema principal de la tesis en la que se enmarca el presente trabajo, y b) entrevistas semiestructurada, para lo cual se empleó una guía de entrevista. Esto permitió explorar las percepciones sobre su oficio, sus creencias en torno al mar, su conocimiento técnico y el uso de lenguaje especializado. Las entrevistas se realizaron sin la guía en mano para fomentar un diálogo más espontáneo que permitiera incluir preguntas surgidas en la interacción. Hubo entrevistas grabadas y otras no planificadas que fueron registradas en el cuaderno de campo. Las grabaciones y estas notas de campo permitieron el análisis del léxico especializado y también la aproximación a las percepciones y creencias sobre su trabajo.

El procesamiento de datos se realizó mediante un análisis de contenido. Se identificaron categorías prediseñadas y emergentes, luego se realizó una triangulación de datos entre la información obtenida de las entrevistas, la observación participante y los registros audiovisuales. También se contrastó los resultados con antecedentes directos sobre pesca artesanal peruana.

En cuanto a las consideraciones éticas, la participación de los entrevistados fue con su pleno consentimiento. Solo así fue posible la grabación de su voz, fotografías y demás registro. Asimismo, se respetó la confidencialidad de quienes prefirieron mantener el anonimato. Por otro lado, el respeto por el conocimiento local y las tradiciones de los pescadores se garantizó con su participación activa en la interpretación de los hallazgos, sobre todo en lo referido al léxico pesquero.

Por otro lado, teóricamente, el estudio se aborda desde la perspectiva de la etnografía de los saberes y la ecología de saberes, por un lado, y la perspectiva fenomenológica y la relación con la naturaleza, por otro. Estos enfoques permiten comprender la manera en que el conocimiento empírico de la pesca artesanal se construye, se transmite y se transforma en relación con el entorno marino y las experiencias vividas por los pescadores.

Desde la perspectiva de la etnografía de los saberes (Geertz, 1973), el conocimiento no se entiende como un conjunto de informaciones abstractas, sino como una práctica encarnada y situada dentro de un contexto cultural específico. En el caso de los pescadores artesanales de Casma, sus saberes no solo incluyen técnicas de pesca, sino también conocimientos sobre los ciclos naturales, las corrientes marinas y el comportamiento de las especies. Estos conocimientos son adquiridos a través de la experiencia directa y la transmisión intergeneracional, constituyendo una forma de aprendizaje que se aleja del conocimiento formal y académico. La ecología de saberes (de Sousa Santos, 2007) complementa esta visión al proponer que los conocimientos tradicionales y científicos no deben verse como dicotomías, sino como sistemas complementarios. En el contexto de la pesca artesanal, la ecología de saberes permite entender la coexistencia y tensión entre el conocimiento empírico de los pescadores y las regulaciones impuestas por el Estado o las tecnologías de pesca industrial. Mientras que el conocimiento tradicional se basa en la observación y la interacción directa con el mar, las políticas pesqueras suelen fundamentarse en estudios biológicos y modelos técnicos. Esta tensión refleja un conflicto epistemológico que influye en la forma en que los pescadores perciben su actividad y su relación con el entorno marino.

Asimismo, la perspectiva fenomenológica (Ingold, 2000) ofrece un marco para comprender la relación sensorial y experiencial de los pescadores con el mar. Más allá de una actividad económica, la pesca constituye una forma de vida en la que los pescadores desarrollan una percepción única del entorno marino a través de sus sentidos y movimientos corporales. El mar no es solo un espacio físico, sino una entidad con la que se establece una relación dinámica basada en la observación constante, la intuición y la memoria. Desde este enfoque, el conocimiento pesquero se concibe como un proceso de incorporación, en el que el cuerpo del pescador se convierte en un instrumento de lectura del entorno natural. La temperatura del agua, el comportamiento de las aves marinas y la dirección del viento son elementos que informan sobre la posibilidad de una buena jornada de pesca. Este saber no se adquiere mediante teorías escritas, sino a través de la práctica reiterada y la inmersión en el medio marino. La fenomenología también permite abordar la dimensión simbólica de la relación entre los pescadores y el mar. En muchas comunidades pesqueras, el mar es percibido como un ser vivo con voluntad propia, capaz de otorgar o negar abundancia. Esta cosmovisión influye en las prácticas rituales y en las creencias que guían el comportamiento de los pescadores en el mar.

El uso combinado de la etnografía de los saberes y la ecología de saberes, junto con la perspectiva fenomenológica, permite comprender la pesca artesanal en Casma como una práctica que integra conocimiento, experiencia y relación con la naturaleza. Estos enfoques facilitan el análisis de los saberes pesqueros no solo como un conjunto de técnicas, sino como un sistema complejo de interacciones que configuran la identidad y la cosmovisión de los pescadores.

Resultados

El mar en la cosmovisión de los pescadores

El análisis de las entrevistas permitió revelar que la pesca artesanal en Casma no se limita a la extracción de recursos marinos, sino que está atravesada por un conjunto de creencias y conocimientos transmitidos de generación en generación. Para los pescadores, el mar no es solo un espacio físico, sino un ser vivo con voluntad propia, al que se le debe respeto y con el que se establece una relación simbólica y ritualizada.

El mar es concebido como un ente con vida propia, dotado de agencia y emociones. Esta concepción se manifiesta en la forma en que los pescadores lo tratan y en la cautela con la que realizan sus actividades.

«Yo le tengo respeto al mar. Es un ser viviente como nosotros. Tiene vida. El mar está en movimiento y es porque tiene vida. Por su braveza, diría que es hombre, pero no, acá todos dicen que es mujer, a veces es mansita y también a veces te ganas de no volver a pescar porque te quitó tus redes, porque te tragó, se movió» (Óscar Quispe, 53 años).

La idea del mar como un ser viviente refuerza la noción de que la pesca no es solo una actividad económica, sino un proceso de interacción con una entidad que merece reverencia. Esta visión se vincula con la tradición de muchos pueblos costeros, donde el océano es considerado un ente poderoso que puede proteger o castigar a quienes lo desafían. Además, el mar es asociado con una figura femenina, lo que refuerza su carácter impredecible y su poder de otorgar o negar recursos.

«Se dice el mar, pero el mar es mujer, el mar también se enferma, menstrúa. De verdad, a veces el mar para rojo» (Víctor Andrade, 38 años).

«El mar es mujer. ¡Claro!, porque a veces hay personas que se ahogan y el mar los bota. Dicen que es porque como es hembra se amarga y los bota» (Juan Cueva, 57 años).

Esta percepción del mar como una figura femenina se enmarca en un pensamiento ancestral que concibe a la naturaleza en términos de género. En muchas cosmovisiones indígenas y marítimas, el mar es visto como una madre que nutre y protege, pero que también puede ser caprichosa y peligrosa. El hecho de que el mar “bote” a quienes perecen en sus aguas sugiere que tiene voluntad propia y que decide el destino de quienes entran en su territorio.

Otro aspecto de la cosmovisión pesquera es la relación entre el mar y los ríos. En el imaginario de los pescadores, estos cuerpos de agua son representados como entidades con género y roles diferenciados.

«El río es hombre y el mar es mujer, y cuando se junta el agua salada con el agua dulce se forma una corriente, medio que empieza a mover, y el mar se molesta y comienza a botarlo. La mar ahorita está bien brava porque está tratando de expulsarlo» (Jean Flores, 35 años).

Esta interpretación sugiere una visión complementaria de los elementos naturales, donde la confluencia del agua dulce y salada da origen a dinámicas específicas en el mar. La corriente resultante de este encuentro es un fenómeno que los pescadores observan con atención, ya que puede afectar la pesca y la distribución de especies marinas. Esta idea de complementariedad evidencia que en la cosmovisión los elementos naturales no son percibidos como entes aislados, sino como partes de un sistema interconectado.

Saberes sobre las especies y el entorno

Los pescadores artesanales de Casma poseen un conocimiento profundo sobre el mar y sus especies. Sin embargo, este saber no solo abarca el uso de herramientas y estrategias para capturar peces, sino también la lectura del entorno, la identificación de señales naturales y la adaptación a las variaciones del ecosistema marino.

Dicho conocimiento no se adquiere en instituciones formales, sino a través de la práctica directa y la enseñanza de otros pescadores, generalmente familiares o miembros de la comunidad. La transmisión de saberes ocurre dentro de la familia, siendo el padre o algún otro pariente cercano quien introduce a los jóvenes en la actividad pesquera. El aprendizaje se basa en la observación y la práctica, lo cual permite desarrollar habilidades a través de la experiencia acumulativa.

Respecto de los conocimientos ictiológicos de los pescadores de Casma, están los referidos a la temporada de cada especie. Los pescadores a través de su experiencia saben qué temporada es adecuada para la captura de determinada especie y dónde quedan sus bancos, conocimiento que les permite prepararse adecuadamente para el momento en que la especie esté apta para la captura.

«Hay que conocer bastante para poder pescar y sacar algo más. La cosa no es tener redes, ir, aventar y sacar pescado. Hay que conocer. El conocimiento es una base primordial en esto de la pesca. Por ejemplo, todo pescado tiene su temporada. En junio y julio viene la temporada de pejerrey que dura de tres a cuatro meses. Ya los pejerrilleros que le gustan este tipo de pesca entran a eso, dejan la lorna y se dedican al pejerrey. Y en el mes de abril, a mediados de mayo y junio, viene la temporada de lenguado. Viene el desove que le llaman así. El lenguado viene a desovar aquí a la playa y ahí lo chapan. El pejerrey es igualito viene aquí a la playa a dejar su huevera. Vienen los grandes a dejar su cría que le llaman huevera (uno así como esponja que tiene unas bolitas chiquititas). Y… como el animal sabe dónde están sus bancos, por decir, el pejerrey, todos los años, viene y deja en ese sitio. Esas hueveritas revientan y cuando están así como larva no se quedan acá, esos de nuevo se van para afuera. Regresan solo cuando están grandes, vienen a desovar. Solo así se mantienen. Pero cuando, por decir, acá hay un banco de pejerrey que toda la vida ha habido acá y esa huevera que vino, lo sacaron, lo movieron, eso ya no llega a reventar y se muere. Entonces para la próxima temporada ya los pejerreyes ya no entran, ya no vienen» (Óscar Quispe, 53 años).

Otro factor que permite la captura de los recursos marinos es el conocimiento sobre el comportamiento de las especies. Por consiguiente, es fundamental la experiencia acumulativa adquirida de la observación de las distintas especies:

«Diferente tipo de pescado hace cosas diferentes. Por decir, la caballa y el furel hacen blancor; la anchoveta salta; burbujea, también la caballa» (Jorge Flores, 47 años).

«El pescado de noche tú lo puedes ver a distancia; por decir, de acá hasta donde están esos botecitos. En la noche el pescado hace sssss. El agua arde, blanquea como si fuera una luz. Entonces la lanchita se va acercando, se va acercando, lo vamos mirando y vuelve a levantar; entonces te das cuenta de que hay pescado, lo vas siguiendo y por la forma como corre —por la costumbre que uno tiene— vas sabiendo qué pescado es. Puede ser lisa, puede ser machete» (Juan Morales, 62 años).

Entre estos conocimientos, también se puede mencionar el hábitat de los peces. Así tenemos que el lenguado se encuentra en playas de arena y piedras planas; los peces como la Lorna, lisa, cabinza, cabrilla, furel, bonito, machete, achoveta, en la “pampa”; el tramboyo, congrio, chita, cherlo, en las peñas.

Esta experiencia, basada en la observación de las especies, les permite realizar una pesca exitosa de noche, teniendo como fundamento el conocimiento de que los cardúmenes emiten una luz por la noche, hecho que ayuda a capturarlos con facilidad.

«En la noche se pesca en oscuro. Más bien cuanto más oscuro, mejor es. Son dos cosas: uno que el agua arde de noche y se le llama blancor. El pescado como anda en cardumen, en mancha… Todo pescado, en la noche, anda en grupo, en cantidad, en cardumen lo llaman» (Juan Morales, 62 años).

También el conocimiento determina la hora de pesca en relación con la hora de la muerte del pez. Por ejemplo, los pescadores que utilizan la red de cortina conocen y esperan el momento cuando deben tender las redes en el mar, el cual depende siempre de la hora de muerte del pez. Este conocimiento determina los horarios del pescador para salir al mar: en la madrugada y en la tarde, a la cual denominan prima.

«El lenguado no es para echar la red y dejarlo 24 horas, está mal. Ninguna red se debe quedar 24 horas. Quienes emplean esa pesca son los haraganes, porque esa red de cortina más que todo calcula la hora de muerte de pescado. El pescado no muere todo el día, el pescado tiene su hora en la que muere. Entonces, la cortina se cala, por lo general, en la tarde porque el pescado muere a la hora de la oración; y el otro que se deja en la madrugada, a partir de la media noche porque el pescado muere en el aura, en la amanecida… Por eso te digo que el pescado muere en prima —prima es en la tarde, a partir de las 5 de la tarde hasta las nueve de la noche, esa es la hora de la oración —y en alba, alba es cuando amanece, 5 de la mañana» (Juan Morales, 62 años).

El color de las aguas del mar también ayuda al pescador a reconocer el tipo de pez que el mar está proveyendo en dicho momento. Pero esta variación del color de las aguas, llamada aguaje, no solo es un indicador del tipo de pez que ha llegado buscando la temperatura adecuada para su especie, también es señal de mala pesca, pues ahuyenta otras o impide la visibilidad de las especies marinas.

«En la playa es así: hay y no hay. Por la misma naturaleza, a veces entra un aguaje feo y no hay pescado, lo bota. Hay temporadas buenas y malas. Días atrás ha habido 4-5 calamares, más bien ahorita ha vuelto. Se está sacando calamar porque ya está saliendo el aguaje. El aguaje demora 3 o 4 días. Tiene que moverse el agua para que pueda botar ese aguaje. Hay tipos de aguaje: el blanco, ese mata las conchas, el pescado. Hay aguajes que traen pescado también. Por ejemplo, ese aguaje color marroncito trae cabrilla, trae la lisa: un aguaje color chocolate que trae la lisa, es un poquito más caliente» (Víctor Andrade, 38 años).

«Cuando entra una especie, hay en todos los sitios en que uno pesca. A excepción de que cambie el agua. O sea que cambie a otro grado, por ejemplo así como está ahorita, tibiecita, entra el calamar, la cachema» (Jesús Beltrán, 48 años).

Asimismo, el conocimiento de los ciclos lunares es fundamental para los pescadores artesanales, ya que determina el comportamiento del mar y de las especies que habitan en él. Los pescadores han desarrollado una comprensión empírica de la relación entre la luna y las mareas, lo que les permite planificar sus faenas de acuerdo con las condiciones óptimas para la pesca.

«La marea alta y baja es por la luna, por eso la pesca trabaja con la luna. La luna es muy importante en la pesca, a nosotros nos hace cambiar mucho… La luna trabaja con la seca. El mar, cuando está en seca, corre poco pescado. Cuando el mar comienza a llenar, que se llama movimiento de llena, el agua comienza a llenar y ahí corre más pescado. Seca se dice porque el agua baja. La mar tiene dos mareas: marea alta y marea baja; a la marea baja se llama seca y la marea alta se llama llena. Mínima y baja altura. Y entre la seca y la llena hay una diferencia de tres o cuatro metros… Hay otras personas que estudian que le pueden explicar eso, yo te digo por mi experiencia de 45 años pescando» (Juan Morales, 62 años).

Esta observación se alinea con conocimientos científicos sobre la influencia de la gravedad lunar en los océanos, pero en el discurso de los pescadores, la luna es presentada como una entidad activa que regula el mar y su generosidad.

«Nosotros sabemos por los antiguos pescadores que cuando hay cambio brusco de la luna el pescado se alborota y justo se pesca más. Hay veces la luna aclara de un momento a otro. Entonces en esos cambios, hemos comprobado, sobre todo nosotros los más viejos, que el pescado levanta, o sea aflora» (Jesús Beltrán, 48 años).

Aquí se evidencia la transmisión generacional del conocimiento sobre el mar. La idea de que el "pescado se alborota" ante los cambios de la luna refleja una relación observacional donde los ciclos astronómicos inciden en la disponibilidad y movilidad de los peces. Este saber, lejos de ser un mero empirismo, se basa en siglos de observación y experiencia, convirtiéndose en un elemento central de la cosmovisión pesquera.

Técnicas y herramientas de pesca

Todos esos conocimientos les permiten a los pescadores prepararse para la pesca: elegir el tipo de herramienta a utilizar o diseñarla. Por ejemplo, aquellos que utilizan redes (como los cortineros o bolicheros) preparan la red especial para cada tipo de especie, pues cada una amerita un tipo distinto de red en base a su tamaño. Así, para la captura del pejerrey se utiliza un tipo de red denominada pejerrillera; para la lorna, la lornera; para el lenguado, la robalera; para la lisa, la lisera, etc.

«La cortina es una red de malla que está fabricada específicamente para la especie. Por decir, una lornera está fabricada para la lorna, de un tamaño así. Hay una medida que es de 2 ¼ de pulgada, hay una de dos y media de pulgada, de tres, de 5, el lenguado se usa de 7 u 8 pulgadas» (Juan Morales, 62 años).

Los pescadores que utilizan cordel y anzuelo también diseñan instrumentos exclusivos para algunas especies. Por ejemplo, la trampa especial para capturar al calamar basándose en el modo de caminar de este molusco.

«Yo hago la trampilla de cuatro, pero hay otros que lo hacen de tres. Mira aquí se pone el pejerrey. El calamar viene a querer comer el pejerrey, y como el calamar siempre va hacia atrás, camina para atrás, ahí se engancha» (Víctor Andrade, 38años).

Asimismo, la carnada varía de acuerdo al tipo de pescado. Según los pescadores, no es igual la carnada utilizada para capturar una lorna, que come anchoveta, y la que se usa para el lenguado, que come machetes. Asimismo, la productividad aumentará si por carnada se le ofrece al pez un calamar, pues es la comida favorita de este:

«Lo que cuesta es el plomo y la carnada. El pescado es especial para comer: dale calamar y el pescado estará tira y jala, tira y jala; métele muy muy… ahí te quedas mosqueado… El lenguado, por decir, le dicen machetero porque se come los machetes; o sea, todo pescado come anchoveta, pero el lenguado grande se come los machetes» (Jean Flores, 35 años).

Las adaptaciones de técnicas y herramientas para su trabajo están determinadas por el conocimiento profundo del entorno marino. De este modo, el mar puede percibirse como un agente que configura estrategias y decisiones de los pescadores.

discusiones

El análisis de los saberes de los pescadores artesanales de Casma permite entender cómo el mar no es concebido como un ente pasivo, sino como un agente con voluntad propia, que interviene activamente en la experiencia y las decisiones de quienes dependen de él. Estos resultados coinciden con el trabajo de García (2001) al mostrar cómo las prácticas de pesca se articulan con la cosmovisión de las comunidades costeras. Pero la presente investigación da un paso más al señalarse que la cosmovisión otorga una agencia que va más allá de la consideración como ser vivo, sino que su agencia se destaca en la influencia para definir sus estrategias y planificación de pesca.

Desde la etnografía de los saberes y la ecología de saberes, esta concepción del mar se inscribe en un conocimiento situado, donde la interacción con el entorno marino es un proceso dialógico y dinámico. Los pescadores no solo adquieren conocimientos técnicos sobre las especies marinas y las condiciones climáticas, sino que también desarrollan una comprensión relacional en la que el mar tiene agencia y responde a sus acciones.

Las citas recopiladas evidencian cómo los pescadores reconocen señales en el mar, como cambios en la textura del agua, el comportamiento de las aves o la dirección del viento, elementos que guían sus decisiones. En este sentido, su conocimiento no se basa únicamente en la acumulación de datos empíricos, sino en una interacción viva con el ecosistema. La ecología de saberes permite interpretar este fenómeno como una coexistencia de formas de conocimiento que combinan la observación empírica con un entendimiento simbólico del entorno. Así, el saber no se limita a la experiencia individual, sino que se transmite y transforma en el colectivo a través de la práctica cotidiana.

Desde la perspectiva fenomenológica, la relación de los pescadores con el mar no es meramente instrumental, sino existencial. Su vínculo con el océano trasciende lo utilitario y se convierte en una experiencia vivida, en la que el mar es percibido como una entidad que comunica, advierte y, en ocasiones, impone restricciones. La fenomenología de la percepción nos ayuda a entender cómo el mar es experimentado de manera multisensorial, no solo a través de la vista, sino también del tacto, el oído y la memoria corporal adquirida con los años de faena. Esta relación fenomenológica permite a los pescadores interpretar signos sutiles y anticipar eventos que, desde una visión puramente científica, podrían pasar desapercibidos.

Para enriquecer la discusión, podemos incorporar la perspectiva semiótica de la naturaleza como un signo activo. Para Hodder (1982), los objetos no solo reflejan las creencias de los individuos, es decir, son entes pasivos, sino son participantes activos de las prácticas sociales. Así, los objetos pueden influir directa o indirectamente en las acciones y en las relaciones sociales, esto es, tienen el poder de moldear y transformar las interacciones sociales, así como mediarlas (Preucel, 2006). De acuerdo a esta visión de la antropología posprocesual, el mar no solo es un escenario de la pesca, sino un sistema de signos que los pescadores deben interpretar constantemente. Siguiendo esta línea, los elementos naturales como el oleaje, el color del agua o la conducta de los peces pueden entenderse como signos que orientan las acciones humanas. Desde este punto de vista, la interacción entre los pescadores y el mar es un proceso de lectura y significación, en el que la naturaleza emite señales que requieren interpretación y respuesta, y que termina condicionando los modos de pesca o las herramientas a emplear.

En suma, la agencia del mar en la vida de los pescadores artesanales de Casma se comprende mejor desde un enfoque interdisciplinario que articule la etnografía de los saberes, la fenomenología y la semiótica. Estos marcos permiten comprender cómo el conocimiento pesquero no solo depende de datos empíricos, sino de una relación viva y significativa con el entorno natural, donde el mar actúa como un agente con el que se establece un diálogo continuo.

CONCLUSIONES

El análisis de los saberes de los pescadores artesanales de Casma revela la complejidad y profundidad de su relación con el mar. Lejos de concebirlo como un simple medio de explotación, los pescadores lo entienden como un ente vivo con agencia propia, cuyas "decisiones" y "mensajes" deben ser interpretados para garantizar una pesca exitosa y segura. Esta concepción es clave para comprender cómo sus conocimientos no solo se basan en la observación empírica, sino también en una construcción simbólica que otorga al mar un rol activo en la práctica pesquera.

Desde la etnografía de los saberes y la ecología de saberes, se evidencia que los conocimientos de los pescadores son el resultado de una acumulación intergeneracional, enriquecida por la experiencia y la interacción cotidiana con el entorno. Estos saberes no solo incluyen técnicas de pesca, sino también una lectura minuciosa del comportamiento marino, la biodiversidad y los cambios ambientales.

Por otro lado, desde la fenomenología, se destaca la importancia de la percepción y la experiencia sensorial en la construcción del conocimiento pesquero. La relación con el mar no es solo racional o técnica, sino también emocional y corporal, lo que refuerza la idea de una interdependencia entre el pescador y su entorno.

Finalmente, el estudio sugiere que el mar no es un ente pasivo dentro de la práctica pesquera, sino un agente que participa activamente en la configuración de las estrategias y decisiones de los pescadores. En este sentido, el artículo contribuye a una visión más amplia de la relación entre humanos y naturaleza, donde el conocimiento tradicional y la percepción ecológica son fundamentales para la sostenibilidad de la pesca artesanal.

referencias

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Preucel, R.W. (2006). Archaeological Semiotics. Blackwell Publishing, Oxford.

 



[1] El presente artículo ha sido redactado a partir de una investigación para la tesis titulada “Estudio Etnoléxicográfico del léxico de los pescadores de Casma” (2012)

[2] Doctoranda del programa de Antropología de la Universidad de Tarapacá.