Revista Veritas Et Scientia - Perú
Vol. 13. N° 2
Julio – Diciembre de2024
ISSN Edición Online: 2617-0639
https://doi.org/10.47796/ves.v13i2.1141
ARTÍCULO ORIGINAL
Cuerpos y modalidades de trabajo en el comercio vacuno a principios del siglo XX entre San Pedro de Atacama y Calama, Chile
Bodies and Modes of Labor in Cattle Trade at the Beginning of the 20th Century Between San Pedro de Atacama and Calama, Chile
Cristian Baeza Bernal[1]
Universidad Católica del Norte
https://orcid.org/0000-0002-6051-7349
Recibido: 28/10/2024
Aceptado: 22/11/2024
Publicado On-line: 28/12/2024
Resumen
A principios del siglo XX al interior de la Región de Antofagasta se experimentaron transformaciones en las relaciones sociales producto de las demandas a nivel global por materias primas, las necesidades alimentarias de la población minera trajeron consigo el uso y continuidad de rutas antiguas que incluso conectaban espacios transfronterizos. Dichos derroteros se hicieron parte de la expansión capitalista mundial contemporánea. A principios del siglo XX, las compañías con capitales extranjeros con sede en Valparaíso utilizan dichas rutas para el comercio y abastecimiento de carne en los enclaves mineros. Estas empresas implementaron modalidades de trabajo que privilegiaron la eficiencia como aspecto central para la distribución de ganado. En ese escenario, la naturaleza del trabajo trajo consigo una disposición y disciplinamiento corporal con los remeseros, quienes estaban encargados específicamente del traslado del ganado bovino por una antigua ruta que conectaba los ayllus de San Pedro de Atacama y la actual ciudad de Calama.
Palabras Clave: remesero, cuerpo, disciplinamiento, esquema de docilidad.
Abstract
At the beginning of the 20th century, the interior of the Antofagasta Region underwent significant transformations in social relations driven by the global demand for raw materials. The nutritional needs of the mining population prompted the use and continuity of ancient routes, some of which connected transborder spaces. These pathways became integrated into the contemporary expansion of global capitalism. By the early 20th century, companies backed by foreign capital and headquartered in Valparaíso utilized these routes for the trade and supply of meat to mining enclaves. These enterprises implemented labor modalities that prioritized efficiency as a central aspect of cattle distribution. Within this context, the nature of labor entailed the bodily disciplining and organization of remeseros—workers tasked specifically with driving cattle along an ancient route that connected the ayllus of San Pedro de Atacama to what is now the city of Calama.
Keywords: remesero, body, discipline, docility scheme
INTRODUCCIÓN
Este trabajo centra su atención en la Región de Antofagasta, espacio que a fines del siglo XIX sufría profundas transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales que trastocaron las identidades de las poblaciones atacameñas. Esta área fue escenario del despegue de una explotación minera a gran escala, que provocó profundas transformaciones en el paisaje; integrándose nuevas tecnologías de extracción, alimentación y de transporte.
Luego de los procesos independentistas, las repúblicas latinoamericanas se abrieron al mercado internacional, adoptando un modelo económico que mezcló el librecambismo con el proteccionismo. Así, las potencias europeas capitalistas –que ya habían intervenido en las guerras de independencia a favor del ideal emancipatorio– se involucraron de lleno en los intercambios comerciales de las nuevas repúblicas. El modelo inglés fue el inspirador para adoptar una serie de medidas prácticas que apuntaran al liberalismo económico desde un plano más distante de sus aspectos doctrinarios y más cercano a la adopción in situ de códigos comerciales y costumbres librecambistas para el comercio entre los puertos chilenos con Europa (Gárate, 2012).
Los históricos vínculos de Atacama con el noroeste argentino se mantuvieron pese a las nuevas delimitaciones fronterizas producto de la Guerra del Pacífico (1879-1884), adoptando nuevas modalidades para el abastecimiento del circuito de la economía-mundo (Wallerstein, 1979), y de este modo poder atender la producción de materias primas que demandaban los países industrializados. Así ocurrió con el guano, cobre, plata y, especialmente, con el salitre. Para lograrlo, fue necesario asegurar el arribo de oleadas migratorias que trabajaran en las actividades extractivas, desarrollar circuitos comerciales que permitieran el abastecimiento alimentario para esta población y modernizar los sistemas viales por donde se transportó la producción minera hacia los puertos del Pacífico para su exportación (vid. idea de hinterland en González y Leiva, 2016, p. 17).
Al respecto, sabemos que la conexión de los enclaves productivos mineros y los puertos se hizo a través de varios medios; la arriería fue clave conectando grandes extensiones cuando el ferrocarril o los vehículos motorizados no existían, y luego, desde 1880, diversas etapas constructivas de la línea férrea hacia Oruro desde Antofagasta fueron aligerando tal responsabilidad a las carretas y mulas para quedar circunscritas a los tramos que no le fue posible abarcar al ferrocarril. Nuestro interés se encuentra en la segunda tarea: los circuitos de abastecimiento para los centros mineros.
Debido a la ubicación de los mantos salitrales, las poblaciones trabajadoras se asentaron en la pampa, espacio con un clima extremo, donde las temperaturas oscilan fuertemente en un día, y la escasez de agua dificulta el cultivo de vegetales o la crianza de animales. Para subsanar esta carencia alimentaria, las personas llegadas a la pampa se abastecieron de artículos de primera necesidad gracias a una activa red comercial que conectaba enormes distancias: el Noroeste Argentino (en adelante NOA), el suroeste boliviano, los pueblos del Salar de Atacama, el río Loa, el desierto atacameño, el Valle Central chileno y el litoral Pacífico. Los flujos comerciales entre estas zonas fueron constantes y de variados productos. En específico, fue relevante el vínculo con el norte de Argentina, tanto por su proximidad, el tipo de mercaderías transportadas y el impacto que tuvo en San Pedro y sus ayllus. Durante este periodo las frecuentes relaciones comerciales determinaron las actividades sociales y productivas en este último, creándose una arquitectura propia del momento (Vilches et al., 2014) y una adopción masiva de cultígenos para forraje en función de la productividad minera (Carmona, 2018).
Conti (2003, 2006) analiza el circuito mercantil destinado al consumo de los enclaves productivos del desierto chileno desde el NOA, asociando la expansión del territorio salteño hacia el Chaco con el aumento del flujo comercial transcordillerano. El periodo dorado del salitre en Chile (1880-1930) permitió que los hacendados de Salta mantuvieran relaciones comerciales con Europa a través del puerto de Antofagasta. Antes, era directo desde Valparaíso con el circuito comercial cuyano, pero la tendencia internacional inclinaría el movimiento de capitales hacia el norte chileno, permitiéndose la continuidad de antiguas rutas comerciales que para el periodo cambiarán sustancialmente en mercaderías y volúmenes. En especial, el traslado era de ganado bovino, cuyo arreo comenzaba en el Chaco salteño en los meses de febrero y marzo hacia el área precordillerana; aquí se les engordaba con alfalfares. En Rosario de Lerma se agrupaban y emprendían el cruce cordillerano. Era un tramo difícil: sin agua ni pastos, con fuertes vientos y presencia de nieve. La única forma para que el ganado superara los riscos afilados sin herirse era herrándolos a todos. Bowman (1924), durante su viaje por la zona, señala al menos 5 rutas que le fueron informadas por uno de los comerciantes que tuvo el negocio del ganado en San Pedro de Atacama (en adelante SPA). Conti (2003), considerando las de Bowman, reconoce 12 rutas para el traslado de ganado y otros productos provenientes del NOA. La mayoría de los derroteros considera a SPA como el punto de llegada y comercialización del tráfico salteño hacia los enclaves salitrales (Cantón Central, Cantón El Toco y Cantón Aguas Dulces) y, creemos, otras faenas extractivas de la época (sal, cobre, plata, bórax), algo evidenciable en la multiplicidad de arquitectura surgida durante esa época para atender el tráfico vacuno (Vilches et al., 2014).
Figura 1
Ganado chaqueño en el amplio camino pecuario cerca del borde del salar de atacama en ruta hacia los prados de alfalfa de san pedro de atacama y el desierto de salitre más al norte. Acaban de cruzar la alta cordillera
Nota: Fotografía tomada del libro Bowman, I. (1924). Desert Trails of Atacama (Special Publication No. 5). New York: American Geographical Society. Impreso por Rumford Press, Concord, N.H., U.S.A.
En ese contexto, nos preguntamos acerca de las modalidades laborales y los procesos económico-sociales en los cuales se insertaban las personas indígenas dentro de un marco global. Específicamente, reflexionamos acerca de posibles procesos de modelamiento del cuerpo de los remeseros atacameños que trabajaban para las empresas encargadas del negocio vacuno. Nos interesa discutir algunos conceptos claves vinculados a lo que Foucault (2002) denomina “docilidad del cuerpo”. A través del relato de un hombre que transporta vacunos (remesero) realizamos un ejercicio de análisis de este oficio desde su dinámica de trabajo, develando las relaciones que se establecen con el cuerpo desde la práctica modelada por la empresa encargada del negocio vacuno. Las preguntas que guiarán este trabajo son: ¿cómo a partir de los hábitos del oficio del remesero se construye su cuerpo? (Foucault, 2002, p. 124) ¿Habrán sido cuerpos sometidos a la docilidad? ¿Existía una distribución lógica de los cuerpos (individuos) en el espacio que abarcaban las operaciones de la empresa? (Foucault, 2002, p. 130). A partir del caso, ¿puedo acercarme a la anatomía política del oficio remesero?
Fuente de estudio y encuadramiento del tema
La fuente principal para el presente trabajo se encuentra en los testimonios de vida atacameños editados por Cecilia Uribe (2014). Son cuatro relatos que hablan acerca de costumbres, lazos familiares, oficios, cultura material, entre otros. Adquiere importancia uno, el de don Cecilio González, yatiri[2] que a los 16 años se hizo parte de las labores vinculadas al comercio de vacunos. Específicamente, interesa el apartado cuando describe la modalidad de trabajo del remesero. En ese tiempo, San Pedro era un pueblo pequeño, con plaza, iglesia y unas pocas calles. Era un centro, donde convergían las poblaciones de los ayllus, para abastecerse de ciertas mercaderías y atender asuntos eclesiásticos. Don Cecilio vivió en la comunidad de Toconao gran parte de su vida, a los 16 años de paso por el pueblo se encontró con un antiguo amigo de su padre ya fallecido quien le ofreció trabajo en el comercio de remesas. Francisco Hoyos, agente de Abaroa[3] en San Pedro de Atacama, le dio su primer trabajo como potrerizo. En ese tiempo, llegaban tres a cuatro remesas diarias de 30, 40 o 50 toros que descansaban en el canchón[4] del ayllu de Solcor: los recibían, encerraban y revisaban cuáles estaban enfermos o sanos. Pasado un tiempo, Hoyos, ofreció a don Cecilio la labor de transportar los toros a Calama: “Yo tenía como dieciséis años y me mandó a Calama con los toros ¡solito! Treinta y cinco pesos diarios se ganaban, ¡era harta plata! Me fui con dieciocho toros, cien metros adelante iba una remesa y cien metros atrás otra” (Uribe, 2014, p. 55).
Para don Cecilio su nuevo trabajo representó algo importante, arrendaron para él un caballo y una mula que llevaba todos los pertrechos que necesitaba para el viaje e iba delante de él. Este animal había sido entrenado, realizaba movimientos en vaivén por el camino para que los toros no se perdieran ni distrajeran. Le entregaban al remesero, “unas bolsas de cuero de chivato […] ¡llenas de coca! y unos quince a veinte cigarros […], pan, hierba mate, azúcar, café, té” (Uribe, 2014, p. 56). No se podía dormir, ni cocinar, comiendo lo que pudiese montado en el caballo. En la ruta existían lugares con arquitectura remesera o con protecciones naturales del viento y sol donde los toros descansaban de 15 a 20 minutos y ahí calentaba agua rápidamente para retomar la marcha de inmediato. Este tiempo era muy importante, puesto que detrás venía otra remesa.
El viaje comenzaba desde los canchones ubicados en el ayllu de Solcor para terminar en el de Catarpe, tardaban una noche en llegar. Luego, pasaban por el lado de una gran roca llamada “la Piedra de la Coca”, que tenía varios agujeros donde depositaban los “acullicos”[5] para tener buen viaje. Desde este punto hacia Calama tardaban dos días y dos noches, descansando con las breves paradas descritas en aleros rocosos, refugios naturales y espacios con arquitectura remesera. Una vez llegado a Calama, específicamente al sector de Topater, se dejaba descansar los toros en grandes potreros y al remesero le entregaban una pieza con cama, comidas y todo lo necesario para reponerse. Luego de eso, retornaba a San Pedro.
Poder y anatomía política del remesero
Para Foucault (2002) el cuerpo es central para comprender los procesos de dominación y poder a los cuales estamos sometidos. Para entenderlo es necesario poner atención en las condiciones materiales e históricas donde surgían estos mecanismos de sujeción. En el pasado, antes de la modernidad, estaban exteriorizados: el castigo físico era central en el ejercicio del control, la obligación mediante la violencia física era algo común y el cuerpo usado como instrumento simbólico para servir de ejemplo. El acto de violencia muchas veces era frente a multitudes, lo que también es un acto de exterioridad del cuerpo culpable.
Con la modernidad (siglo XVIII), se pasa a la interioridad, surgen variados mecanismos y tecnologías del poder que van controlando el espacio y los cuerpos. Hay un perfeccionamiento y sutileza del ejercicio del poder, como podemos observar en las cárceles, donde la exterioridad deja de ser el foco para estar confinado el transgresor en una celda, asimismo, surge una infraestructura de control como es el caso de la torre de vigilancia, desde ella, la mirada se posa sobre los reclusos. El cuerpo del reo se encuentra sometido a rutinas, en lo privado, atomizado y vigilado este adquiere un hábito de autocontrol: es disciplinado (Foucault, 2002)
El disciplinamiento es central, entra en la subjetividad y puede observarse en otras instituciones que forman parte de la sociedad (ej. escuela, ejército). Así, el sujeto es objeto constituido desde su nacimiento; es modelado, transformado y acomodado a través de disciplinas con tecnologías específicas, múltiples y sutiles. El cuerpo así es sometido a un campo político, donde lo marcan y obligan a realizar tareas específicas. Esto solo es posible en cuanto el cuerpo este sometido a un sistema de sujeción donde se transforma en cuerpo útil, es decir, cuando es productivo al sistema de dominación.
Es interesante poder extrapolar estas ideas a nuestro caso. Existen, por parte de las compañías encargadas del comercio vacuno, una serie de mecanismos que ejercen un control de los cuerpos de sus trabajadores. Las labores se diseminan en tareas específicas que tienen utilidad para el desarrollo de sus actividades, encontramos potrerizos, remeseros, el agente, médico de animales, herradores, cocineras, etc. Cada uno tiene un centro de operaciones, un lugar de la compañía donde ejerce su oficio, sometiendo su trabajo (mercancía) a las labores necesarias para el negocio. Hay un agente, quien ejercía un control in situ en las diferentes dependencias de la empresa, desde los canchones recibiendo los vacunos, revisándolos, hasta el centro del pueblo, donde se encuentra la administración. De este modo, la presencia del agente encargado de velar por los intereses de la empresa mantiene vivo el negocio, en nuestro caso no es la torre de vigilancia, sino el cuerpo mismo del administrador el que ejerce esa tarea.
Luego, las tareas propias de los diversos oficios vinculados a las labores propias de las remesas van modelando el cuerpo como efecto de la relación corporal con los oficios y/o tareas (Bourdieu, 2007; Warnier, 2001; Csordas, 1993), o bien, del vínculo entre esas tareas modeladas por el entorno y que afectaron la corporalidad (Tringham, 2012). Doña Juana Selti cuenta un poco de esto:
“Aquí en Yaye, Solcor, Sequitor y entre Solor y Cucuter había canchones grandes donde guardaban el pasto pa’ recibir las remesas que llegaban de la Argentina. Alrededor del canchón había pesebreras –con el mismo adobe las hacían- donde echaban el pasto pa’ que los animales comieran. Los animales se mantenían en los potreros. Nadie vivía en los canchones, tenían portones grandes y en la noche los cerraban. La gente iba solamente a trabajar. Se vestían con pecheras de cuero que les cubrían hasta las piernas, así cargaban el pasto” (Uribe, 2014, p. 96)
Las tareas específicas en San Pedro de Atacama se concentraban en el cuidado de los vacunos para reponerse del largo viaje realizado por remeseros argentinos desde Salta. Una vez en los ayllus, entraban los atacameños, quienes se encargaban del cuidado de los vacunos y la distribución a salitreras, centros mineros y de población. Esto da cuenta que estaban insertos en un campo económico donde el valor de su trabajo colaboró en las acciones de un negocio que abarcó grandes áreas regionales. Si bien, las economías locales participaron con sus cultivos, oficios y otras actividades (venta o trueque de verduras y frutas, alfalfares para forraje, crianza de equinos, entre otros) en el comercio a gran escala ocupada de abastecer a la minería, las modalidades de pago no funcionaron puramente con el dinero, el valor de cambio en el caso del trabajo realizado por don Cecilio, cuenta con los 35 pesos diarios más todos los demás bienes de consumo que le permiten realizar la tarea (té, cigarros, mate, azúcar), destacándose la bolsa de cuero de chivo con hoja de coca. Esta adquiere un valor de cambio especial, ya que está vinculada con prácticas ancestrales como ciertos ritos y es determinante para el estado de vigilia de dos días y dos noches sin dormir.
Los cuerpos están formando parte del campo político y económico de la empresa, sus trabajadores, colaboran con el saber local para la realización del comercio, los conocimientos que poseen del territorio es lo que permite a las compañías atravesar el desierto. Sus sensorialidades, con sus cuerpos habituados a dichos trajines, lograron la movilidad por espacios que durante generaciones han formado parte de su paisaje. La intersección del poder que ejerció la empresa más el saber atacameño, va compenetrando sus cuerpos, desarrollándose la anatomía política del remesero.
Foucault (2002) nos dice que la anatomía política está destinada a transformar los cuerpos en objeto de conocimiento y blanco de poder. Para lograr volver útil el cuerpo hay que conocerlo. Estas instancias de poder buscan transformar los cuerpos en dóciles, analizados, manipulados y útiles. Para ello existen esquemas de docilidad con determinadas escalas de control, las más específicas y muchas veces sutiles son las que trabajan las partes del cuerpo, en una coerción ininterrumpida como la principal modalidad de control. Su objetivo: la eficacia en los procesos de producción.
En nuestro caso de estudio, observamos que dentro del espacio que engloba San Pedro de Atacama con sus ayllus, existen sitios destinados al trabajo que forman parte de una red de lugares pensados para lograr la eficacia en el traslado de vacunos. De ahí que la arquitectura de remeseros, los descansaderos y aleros rocosos fueran útiles, con ello, se midieron las distancias en virtud del aprovechamiento máximo del tiempo. Sin embargo, la mayoría de los tramos no contaban con un control y vigilancia constante. Sucedía en la ruta que une Catarpe y Calama, donde otros mecanismos permitieron su desarrollo. Para don Cecilio, saber que 100 metros atrás venía otra remesa y adelante también, supone un medio de control que agiliza el proceso. También, cuentan sus insumos: la hoja de coca, que permite el estado de vigilia permanente durante días del remesero. El empleo del tiempo debe ser eficaz, no contar con ratos libres, descomponiendo sus actos durante el viaje, como detenerse 15 a 20 minutos y partir. Y aquí, también, observamos en los mismos vacunos un control del cuerpo:
“El toro arriba ya sabe donde descansa, cuando llegaban al descansadero se daba vuelta uno y todos se echaban a tierra. Al tiro había que bajarse, sacar leña, hacer fuego, poner el tachito pa’ hacer té, forrajear un poco los animales y justo alcanzaba el tiempo pa’ tomarse el té y cargar. Los animales no se demoraban más de quince a veinte minutos en descansar. De repente se paraba uno, pegaba una balada como diciendo “¡vamos!” y se paraban todos, meaban al mismo tiempo y partían” (Uribe, 2015: 56)
De algún modo, los animales ya tienen interiorizadas las rutinas temporales en sus cuerpos habituados a largos viajes, incluso, sabían reconocer ciertas huellas o apachetas como describe don Cecilio en otras partes de su testimonio. Ello afectaba directamente al remesero, condicionando su cuerpo y tiempos a la lógica de la eficacia en el comercio inserta en los cuerpos vacunos. Luego, el descanso controlado, las horas sin dormir, son recompensados con la llegada a Topater, donde le esperan para recibir el ganado, le dan un espacio adecuado para descansar, lo alimentan y permiten que vuelva con el documento que garantiza la entrega.
También, existían otros aspectos que permitieron el funcionamiento del trabajo, como dice Foucault (2002): los cuerpos no son universales, sino históricos. Por tanto, la historia de vida del remesero es importante. En nuestro caso, las labores hechas por don Cecilio antes que cumpliera los dieciséis años le granjearon cierto nivel de experticia. Su experiencia de arriería a los catorce años, cuando transportó varias veces diversos productos desde Argentina a Toconao también cuenta como un capital cultural importante y determinante para el transporte de remesas. Así, conocer desde muy pequeño la montaña, el frío, los lugares de refugio, el cielo para guiarse y las condiciones climáticas son aprendizajes que forman parte de los saberes del arriero o trajinero. A pesar de ello, vemos una distinción entre estos dos últimos oficios y la del remesero, que se hallaba modelada por la empresa a cargo, la cual no permite el sueño durante días y noches en virtud del transporte sistemático y constante de los vacunos. En cambio, arriero y trajinero si consideran el descanso nocturno como algo importante, contando en sus pertrechos con los artículos adecuados para dormir (cuero de chivo y mantas). El trayecto de San Pedro a Calama contempló aplicar un gran esfuerzo físico (vigilia permanente durante días y noches continuas), contar con disciplina y modelar los tiempos al ritmo de los animales.
Las operaciones comerciales se desarrollaron en un extenso territorio, a una escala regional, pueden verse instalaciones de la empresa en San Pedro y gran parte de los ayllus. En Calama también se contaba con potreros adecuados, lugares para el descanso, la administración central, entre otros. Las rutas que transitaron para la distribución de los animales por el desierto contaban con lugares modelados para el descanso y en los centros mineros o de población había mataderos. Esto tiende a hacernos pensar en que existía una distribución lógica de los cuerpos en el espacio que abarcaba las operaciones de la empresa. Podríamos pensar el modelo de disciplinas-distribución de los cuerpos en el espacio, por existir lugares definidos para diferentes tareas, destacándose una arquitectura especial, pensada el transporte de vacunos.
CONCLUSIONES
Para terminar, creemos necesario situar todos estos fenómenos y procesos de trabajo dentro de lo que al comienzo contextualizamos como parte de un marco global de producción. La articulación de las economías locales con las regionales y mundiales en el territorio que estudiamos durante el periodo forma parte de lo que Quijano (2000) denomina colonialidad. Este proceso comienza con la llegada del mundo español a América, donde se instalaron estructuras económicas y políticas que, modificándose, aún se mantienen. Destaca el concepto de raza que sirvió como justificativo para ejercer la dominación, al considerar inferiores a las culturas de América y situar el imaginario del hombre blanco como “civilizador”. La condición de colonialidad es constante, llegando hasta la actualidad. No es solamente económico, sino simbólico, con la producción de sentidos y la generación de prácticas culturales que permiten su reproducción.
Luego de la Guerra del Pacífico (1879-1884) con la anexión de los territorios del norte al Estado de Chile, se continúa con la política que desde el estado boliviano consideraba estas ideas de superioridad del “blanco” por sobre el “indio”. En nuestra área, ejercen un dominio los “vecinos” no indígenas, donde el sistema político continuó favoreciéndolos. Los más o menos acaudalados, son privilegiados, detentando el control de los cargos políticos y la acción del Estado en la región, con numerosas vinculaciones de mercado en la región: “Convergente con esta lógica de dominio, la intervención chilena en la región tendió a mantener y reforzar el poder de ese grupo, favoreciendo, además, la irrupción de nuevos agentes locales que ocuparon rápidamente posiciones económicas, políticas y sociales expectantes” (Sanhueza & Gundermann, 2007: 123) Ejemplos son Juan Santelices y Luis Polanco[6], de oficiales de la guarnición pasaron a convertirse en importantes propietarios y comerciantes. En San Pedro, se ejerció un control de la política y justicia que se iba ajustando a las necesidades comerciales de los propios funcionarios que detentaban el control económico. Si bien, el grupo de vecinos sobresalientes en San Pedro no era social ni políticamente homogéneo, pues había bolivianos, argentinos y chilenos. Estos sometían sus acciones a las economías centrales de la economía mundo (Wallerstein, 1979), lo que iba en función de las demandas mineras y los capitales extranjeros.
En ese sentido, las labores diseminadas en diversos oficios y las instalaciones distribuidas en un amplio espacio permitieron el control sobre los cuerpos de quienes se vincularon al negocio de las remesas. A niveles macro regionales, observamos que hubo tres zonas destinadas a ser estaciones donde salían y llegaban los vacunos, uno está ubicado en el NOA, luego en SPA y un tercero en Calama, lugar de engorda y mataderos. Entre éstos, existían espacios de transición donde los cuerpos, tanto de animales como personas, eran sometidos intensamente a rutinas de vigilia y tránsito constante. Asimismo, las empresas distribuidoras del ganado utilizaron los conocimientos locales y los cuerpos “entrenados” por oficios o labores realizados durante generaciones por las poblaciones atacameñas para lograr sus fines comerciales.
También, observamos que existen esquemas de docilidad hacia los cuerpos sustentados por: los insumos que la compañía entregaba a los remeseros (destacándose la hoja de coca), la red de lugares creados para la eficacia del traslado empleando eficazmente el tiempo en ellos y los cuerpos de los animales habituados a un tránsito que lleva muchos días y cientos de kilómetros. De este modo la lógica de la eficiencia del tiempo se hallaba inserta en los cuerpos.
A partir de lo anterior, pensamos que la anatomía política del remesero se enmarca de forma específica en el territorio atacameño, donde se entrecruza con la colonialidad presente en el sistema productivo en San Pedro de Atacama y, específicamente, a través del negocio de las compañías distribuidoras de vacuno se expresa mediante mecanismos internos sustentados en lazos de compadrazgo, prácticas ancestrales, amistades y la superposición de las rutas sobre antiguos caminos configurados durante siglos por lazos familiares o necesidades de complementariedad de los diversos pisos ecológicos por donde transitaban las rutas remeseras.
Sin embargo, las resistencias a estos procesos se hacían presentes. Siguiendo a Foucault (2002), el poder es la acción, el ejercicio que involucra relaciones de fuerza, móviles y no igualitarias. Los sujetos son vehículos del poder, por tanto, lo detentan en una porción. Es así como ellos mismos pueden revertirlo pudiendo ejercerlo en otros escenarios. En ese sentido, las relaciones de fuerza que ejercía la compañía encontraba sus límites, es paradójico, pero en los mismos escenarios donde debía el cuerpo del remesero asumir la disciplina laboral del movimiento, en la ruta Catarpe-Calama, subsistían esos espacios de resistencia. No es sino en la “piedra de la coca” donde se mantienen los rituales que permiten el buen andar en la ruta, los acullicos vinculan ese momento con la ancestralidad, pues siguen depositándose en los agujeros de la piedra, asimismo, el paisaje colabora en la resistencia, territorio que permite el desarrollo del acto ritual, sin estar presente la vigilancia y la eficacia empresarial, cientificista, que considera estas prácticas como irracionales y sin sentido. Son espacios que continúan siendo sagrados, es la tierra que persiste como lugar de ofrendas, los pagos, los rezos, las palabras y frases en Ckunza que continúan presentes en relación con lo infinito
referencias
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Carmona, J. (2018). Alfalfa y minería en el desierto surandino. Revista Chilena de Antropología, 213-229.
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[1] Estudiante del programa de Doctorado en Antropología Social de la Universidad Católica del Norte.
[2] “Chamán: aquel que tiene un don que le permite a la vez, sanar y servir de intermediario entre este mundo y el otro. Lee las hojas de coca, la vela, la piedra alumbre o el alcohol a través de un lenguaje de signos sólo conocidos por él” (Uribe, 2014, p. 29)
[3] Según los relatos, Abaroa era el representante de la empresa que se dedicaba al comercio vacuno con las estancias en el noroeste argentino. Desde Calama, creaba la red necesaria para su desarrollo que contemplaba San Pedro, Calama y los centros mineros.
[4] La arquitectura “de remesas” presenta tres grandes unidades de estructuras: conjunto habitacional, complejo remesero y casas del pueblo. El complejo remesero se constituye de un gran canchón que varía en tamaño (inferior a 400 m2, entre 450-800 m2 y sobre los 1000 m2) acompañada de una casa que puede estar fuera o dentro del canchón y, el material constructivo es adobe (Vilches et al., 2014)
[5] Hoja de coca masticada.
[6] La casa Polanco era otra de las empresas encargadas del negocio de remesas en nuestra área de estudio, doña Juana Selti lo menciona en su relato: “Por ejemplo la casa de los Polanco en Checar, era linda, toda pintada de blanco. Ahora sólo quedan unos cuantos muros. Ganaron mientras trabajaban con las remesas, ése era su negocio y después dejaron todo botado, los canchones, los terrenos, las casas y se fueron cuando se acabaron las ganancias” (Uribe, 2015, pág. 96)