EDITORIAL
https://doi.org/10.47796/ing.v4i0.577
El COVID-19 y su
impacto en el medio ambiente
Antes de la irrupción de la
pandemia que atraviesa el mundo, los indicadores ambientales eran alarmantes,
de hecho, el 2019 fue el segundo año más caliente, y la última década más
caliente en la historia de la humanidad. Los indicadores afirmaban que la
temperatura terrestre y oceánica global en diciembre del ese año fue la segunda
más alta para ese mes en el registro de 140 años. Al final del año, la
temperatura media mundial había aumentado en 1,1 °C por encima de los niveles
preindustriales (Fundación AQUAE, s.f.). Estos valores están lejos de cumplir
con los objetivos de limitar el aumento de temperatura global según el Acuerdo
de París.
El calentamiento global
causado por las emisiones de dióxido de carbono y los gases de efecto
invernadero, muestran que la humanidad no está considerando su supervivencia en
el planeta y las buenas intenciones pasan a ser efímeras y los objetivos
truncados en el tiempo. Nada parece detener la inminente catástrofe que
experimentamos de a pocos. Como afirma Manso (2020), el cambio climático a
nivel global va más allá de la temperatura y los riesgos e impactos
relacionados con el clima dependen de interacciones complejas entre los
peligros relacionados con el clima y la vulnerabilidad, exposición y capacidad
de adaptación de los sistemas humanos y naturales.
No obstante, la realidad que
vivimos hoy demostraría que en casos de urgencia, donde nos vemos amenazados,
somos capaces de poner en segundo plano toda actividad para priorizar y
proteger la vida humana, medidas convulsivas como esta podrían ser una luz de
esperanza para pensar que frente a una catástrofe climática, estaríamos
dispuestos también a tomar tales medidas, pero la historia refiere que el
hombre siempre priorizó el desarrollo por sobre el cuidado del ambiente.
Además, ¿estas medidas podrían devenir en una vacuna que salve al mundo?, está
claro que las consecuencias que sufrimos son resultado de nuestro desarrollo y
el afán desmedido de industrializar todo lo que esté a nuestro alcance y hemos
acumulado gases de efecto invernadero, contaminado ríos, destruido hábitats,
extinguido o desplazado especies: la cura no tiene símil con un antídoto para
un virus.
A inicios de la pandemia,
diversos medios de difusión mostraban reportes de cielos azules y despejados,
ríos cristalinos, urbes sin ruido y hasta animales desplazados volviendo a
tomar posesión de las junglas de cemento vacías a causa de la cuarentena
decretada por los gobiernos.
Este hecho muy sui generis era
refrendado por el Banco Mundial (2020), aspectos nunca imaginados eran
destacados como impactos positivos causados por la pandemia. En este punto, la
cuestión válida es ¿fueron las medidas implementadas en la etapa crítica de la
pandemia una luz de esperanza para entender que existen medidas similares para
evitar una catástrofe climática? La respuesta parece obvia, no obstante, al
flexibilizar las cuarentenas y reactivar los aparatos productivos volvimos a la
realidad innegable. Según Zhongming et al. (2019), el secretario general de las
Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres indicaba que; “no combatiremos el
cambio climático con el virus”, en la presentación de la Declaración de la
Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima mundial en 2019.
De esta manera enfatizaba que no se debería sobrestimar el hecho de que las
emisiones se redujeran durante algunos meses.
Parecía que por fin tomaría
conciencia y que la nueva normalidad sería diferente; con más igualdad,
justicia y por supuesto menos domino voraz contra el planeta, pero los
indicadores actuales avizoran un efecto rebote y quizás más críticos porque
algunos países están utilizando la crisis para revertir algunas salvaguardias
ambientales (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2020), así los miembros
del G20, en sus paquetes de rescate, están gastando un 50 % más de lo habitual
en sus sectores productivos y el consumo de combustibles fósiles, haciendo más
lejana los compromisos de alcanzar la neutralidad de las emisiones de carbón
para el 2050.
A manera de conclusión, la
recuperación de la pandemia es importante y prioritario, pero la reparación del
planeta debería ser el marco global que aspiren los gobiernos como nueva
normalidad, Porque la pandemia pasará con más o menos dolor, pero el cambio
climático ha venido para quedarse y cada vez será más catastrófico.
Dr. Arcadio Atencio Vargas
Director
Revista Ingeniería Investiga
Decano
Facultad Ingeniería-UPT
Referencias Bibliográficas
Banco
Mundial (2 de julio de 2020). Contaminación atmosférica: confinada pero no
detenida por la COVID-19. https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2020/07/01/air-pollution-locked-down-by-covid-19-but-not-arrested
Fundación
AQUAE (1 de diciembre de 2021). Evolución de la temperatura global con el paso
de los años. https://www.fundacionaquae.org/calentamiento-global-primaveras-tempranas-veranos-calidos/
Manso C.,
(5 de diciembre del 2021). La pandemia del COVID-19 y sus efectos en el medio
ambiente. https://cepei.org/documents/la-pandemia-del-covid-19-y-sus-efectos-en-el-medio-ambiente/
Zhongming, Z., Linong, L., Wangqiang, Z. y Wei, L.
(2019). Declaración de la OMM sobre el
estado del clima mundial en 2019. https://cutt.ly/7U3UgrL
Organización
de las Naciones Unidas (2 de octubre de 2021). No hay vacuna para el planeta,
afirma el secretario general, que alerta de una actitud “suicida” de la
humanidad. https://news. un.org/es/story/2020/12/1484982